|

UN CUENTO REAL


  • ¿Te imaginas quedar atrapada en un libro?

Por Catalina Lara 

Un sábado por la tarde comenzó a llover muy fuerte. Tan fuerte que las calles estaban vacías, pues salir significaba volver a casa empapado o, en el caso de los automovilistas, un riesgo total y un accidente seguro, ya que manejar con el piso tan húmedo y el parabrisas empañado es peligroso.

            Con una tempestad como esa, a Viviana no le quedó más remedio que quedarse en casa. Se encontraba sola pues sus padres habían salido de viaje por unos días para celebrar su aniversario de bodas, su “segunda luna de miel”, razón por la cual no la llevaron.

            --¿Qué hacer un día cómo hoy?—se preguntó Viviana— Ya le cambié a todos los canales de televisión y no hay nada bueno qué ver, el DVD se descompuso y no tengo un disco nuevo qué escuchar, sin duda, es la tarde más aburrida de mi vida—se decía a sí misma.

            Después de dar mil vueltas por toda la casa y no encontrar distracción alguna, decidió ponerse la pijama y acostarse a dormir un rato para matar el tiempo. Una vez en su cama, cerró los ojos y trató de despejar su mente para conciliar el sueño, pero fue inútil. En su mente rodaba la inquietud de hacer algo, no quería dormir, no podía mantenerse quieta tan temprano, así que decidió levantarse. Se calzó unas pantuflas rosas de “Hello Kitty” (que por cierto hacían un buen juego con su pijama del mismo tono) y se dirigió hacia la sala.

            Ahí había un gran librero con una gran cantidad de libros que jamás, en los dieciséis años que tenía, había leído. Nunca había sido una chica muy afecta a la lectura a pesar de que sus padres le regalaban libros cada vez que tenían la oportunidad de regalarle algo.

            --Ni modo, creo que tendré que acercarme  a estos amigos, nunca los he frecuentado, este es el momento oportuno--. De entre las pastas oscuras de los libros, saltó a su vista una pasta de un azul turquesa muy vistoso. Aquel libro le pareció muy especial y le gustó tanto que decidió comenzar su paseo por la lectura con él.

            Al tocar el libro, Viviana experimentó una sensación muy extraña y agradable a la vez. No se había sentido así desde que montó su bicicleta por primera vez y pedaleó tan rápido que sintió que volaba. Aunque eso le pareció muy extraño, provocó que su deseo por leer aumentara, a sí que abrió el libro y, sin detenerse en el título, comenzó a leer.

            La primera escena describía un paisaje hermoso. Un bosque con enormes árboles y coloridas flores adornadas por mariposas que revoloteaban y se posaban sobre ellas. Al fondo del paisaje, podía observarse un castillo de piedra precioso, pero a la vez, según leyó, era un castillo misterioso. Fascinada con la lectura, por un momento la chica se sintió parte de aquel bello paisaje, hasta podía visualizar el castillo y sentir a las mariposas posándose en su rizado cabello.  

            Tal como lo imaginó al encontrarse con un paisaje como ese, se trataba de un cuento de hadas típico, como los representados en todas las películas de princesas que había visto. La historia, como cualquier otra de ese género, era sobre una princesa. Pero, a diferencia de otros cuentos, en éste sólo se hacía mención de ella, pues no aparecía en la historia, ni siquiera aparecía una descripción suya.

            El cuento giraba alrededor de lo único que se sabía de la princesa. Una malvada bruja la había encerrado en la mazmorra más fría y oscura del castillo tras haber asesinado a sus padres, los reyes. Al apoderarse del trono, la bruja hizo creer a toda la gente que la princesa también había muerto, por lo tanto no le convenía que ésta saliera de su prisión. Si esto ocurría, la gente se molestaría mucho, prepararía una hoguera para quemar a la bruja y le devolvería el trono a la princesa.

            Viviana seguía sintiéndose parte de los paisajes descritos por el libro, pero a medida que avanzaba en la lectura, su interpretación del paisaje ya no era libre, ya no podía visualizar el castillo ni sentir las mariposas revolotear a su alrededor, ahora se sentía encerrada y tenía mucho. Todo esto le pareció muy extraño, por lo tanto despegó la vista del libro y miró alrededor, ya no estaba en su casa. El librero, los sillones, incluso en el que se había sentado, habían desaparecido. Fueron reemplazados por una fría pared de piedra y montones de paja en los que podía observarse uno que otro ratón descansar.

            Se miró y pudo notar que su ropa también había cambiado, en lugar de estar envuelta en su abrigadora pijama rosa y tener puestas sus pantuflas, ahora llevaba un sucio y desgarrado vestido verde y unas zapatillas del mismo tono. 

  --¿Qué es esto?, ¿qué pasó?, ¿en dónde estoy?---desesperada, comenzó a gritar--¡SAQUENME DE AQUÍ! ¡POR FAVOR! ¡ALGUIÉN ME ESCUCHA!—Viviana comenzó  a llorar, se había percatado de que si la princesa no aparecía en el cuento, era porque dicho personaje estaba leyendo la historia y ella era la princesa encerrada en la mazmorra más fría y oscura del castillo.



            Gritó y gritó, pero nadie podía salvarla pues la prisión en la que se encontraba, ni siquiera tenía una ventana para mirar al exterior, de haberla tenido, alguien habría podido escucharla y sacarla de ahí. El libro se la había tragado y no tenía escapatoria, nunca podría salir de él.

            El domingo por la tarde, los padres de Viviana regresaron de su viaje ansiosos por ver a su hija, pero sólo pudieron encontrar en el suelo un libro con las páginas en blanco del que emanaban los gritos de su joven y bella hija. Los padres, asustados, cerraron el libro de pastas turquesa y leyeron el título: “Un cuento real”. Debajo del título, podía leerse las siguientes advertencias: “Ábrase bajo su propio riesgo. Libro en blanco. Sólo podrá leerlo si está aburrido, no tiene nada mejor que hacer y quiere formar parte de una linda historia. La lectura lo atrapará y no lo dejara salir.”

            Los padres de Viviana nunca volvieron a verla pues nunca pudieron leer ni una sola letra en aquellas blancas páginas. Tuvieron que conformarse con escuchar los gritos de su hija cada vez que abrían el libro.
           
              

Posted by Laura H. on 20:21. Filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. Feel free to leave a response

Recently Added