Día de muertos, conservemos la tradición
El día de muertos en Milpa Alta es una magna celebración de los habitantes de esa región. Se trata de un día en que las instituciones académicas se reúnen para festejar la visita de sus muertos. La tradición mexicana que abarca los días 1 y 2 de noviembre data de tiempos atrás y en la actualidad reviven esas creencias dando culto a sus difuntos.
Para algunos, la celebración inicia a mitad de octubre, colocan ofrendas desde el 20 del mes y las retiran hasta principios del siguiente; otros se toman menos días: 31 de octubre al 2 o 3 de noviembre.
La forma más común de celebrar es con la puesta de ofrendas en cada uno de los hogares de los residentes de Milpa Alta, pues deben recibir a sus fieles difuntos (los niños el 1º y los adultos el 2 de noviembre) con las manos llenas; al menos les ofrecen “un altar con fruta y pan”, según cuenta la gente.
Los nativos de Milpa Alta ven el día como “una celebración para agradecer que los muertos, a pesar de que ya no estén, vienen a visitarnos”, es una “fecha para recordar a las personas que ya no están con nosotros”.
“Es como una fiesta a la que vienen los muertos, según las creencias, para ver que no han sido olvidados”, afirma una mujer de 40 quien realizar este festejo con una ofrenda en su casa, la pone desde la mitad del mes de octubre y la retira hasta el día 3 de noviembre, según ella “así dura el altar para los muertos que nos visitan”.
En esta delegación del Distrito Federal festejan con alegría el día de muertos, pues pocos ven la fecha como un luto; las celebraciones comienzan el día 30 de octubre, con la exhibición de una serie de ofrendas y terminan el 3 de noviembre, en la explanada delegacional.
Rubén Lara Galicia, subdirector de planeación educativa, explica que cada año se realiza una convocatoria para invitar a instituciones académicas a elaborar su propia ofrenda, con la intención de que cada vez aumente el interés de los participantes en la conservación de sus tradiciones.
Rubén Lara, subdirector de Cultura y Recreación de la Delegación Milpa Alta en 2009, quien festeja estos días “con una ofrenda en donde pongo los alimentos que más le gustaban al difunto (si es hombre se le pone cerveza), así como pan, dulce de frutas y alumbro el altar con veladoras”, afirma que este y todos los años celebran de la misma forma en la delegación.
Los habitantes de Milpa Alta elaboran ofrendas compuestas de frutos y platillos que sus seres queridos amaban en vida, son altares que deleitan la pupila de los visitantes que se sorprenden ante esas obras de arte.
Aquellos que participan en la elaboración de ofrendas, gustosos comentan que esto “es algo que nos agrada realizar porque es una tradición mexicana muy bonita y, además, nos divertimos mientras convivimos con nuestros compañeros de la escuela”.
Aunque algunos participan en esta exhibición de ofrendas porque es una obligación de su respectiva institución, varios creen que es una buena oportunidad para dar vida a un pedazo de la cultura mexicana.
Las ofrendas expuestas en la explanada delegacional de Milpa Alta, son representantes de muchos lugares de la república. Con olores, sabores y colores se expresa el agrado por la visita de los seres queridos que han partido de este mundo físico.
Los recién llegados muestran una actitud de agrado al recorrer cada centímetro de la explanada que se impregna de olores y sabores; el viento se envuelve de incienso, y el suelo se llena de colores.
Una chica de 16 años vino a ver las ofrendas porque “es parte de las costumbres mexicanas conocer las ofrendas de diferentes estados”. Para ella, es un día importante porque los difuntos “vienen a visitarnos y a comer por medio del olor de los alimentos”. Es miembro de una familia que para completar el festejo, además de poner ofrendas, van a visitar a sus muertos al panteón.
Mientras que una visitante de 15 años de edad cuenta que festeja con ofrenda y que además sale a las calles a “pedir calavera”, una tradición en la cual personas, en su mayoría niños disfrazados acompañados de sus padres, van de casa en casa y tocan las puertas de los negocios esperando recibir dulces y frutas.
Los altares que hay abundan en la explanada delegacional llevan fruta, pan de muerto, guisados, bebidas, todo lo que le gustaba a uno o varios seres amados que ya fallecieron y, según la creencia, vienen de visita a degustar de lo ofrecido.
Un joven de 19 años está colocando los elementos de la ofrenda, mientras cuenta que siempre celebra el día de muertos “alumbrando los panteones y con ofrendas”. Para él es un día de luto que inicia el 31 de octubre y termina el 3 de noviembre. Decidió participar en la elaboración de las ofrendas porque es una muestra de creatividad, además, “es parte de mi cultura y es una actividad de la escuela”.
Chicos y grandes recorren todo el lugar, como atraídos por el incienso y por los altares multicolor, se detienen por minutos para observar cada elemento de las ofrendas. Frutas como naranja, caña, mandarina, guayaba y ciruela son comunes en casi todas; así como un vaso con agua, pues se cree que los difuntos llegan cansados y deben hidratarse.
Ponen tamales y atole por aquí y por allá. Llevan la fruta de un lugar a otro como si buscaran el ángulo ideal, mientras otros buscan que perdure el humo desprendido del incienso y el resto arma figuras de aserrín.
Las fotos no pueden faltar, cuadros con imágenes en blanco y negro deterioradas por el tiempo. También son típicas las calaveras de azúcar y de chocolate con el nombre de hombres y mujeres en la frente.
Ataúdes negros de cartón y las veladoras hacen recordar un día de entierro, pero se nota en el ambiente la diferencia: no hay un clima de nostalgia y tristeza, hay alegría y un deleite ante un día en que ellos, los muertos, regresan.
Todo en conjunto forma un cuadro muy mexicano, lleno de color y de vida; hoy, aunque se festeje a la muerte, es lo último aquí presente.